José Castilho*
Hace 35 años, en Lima, Perú, un sexagenario que había culminado una exitosa carrera como alto ejecutivo de una gran multinacional, se volcó a la edición universitaria en la universidad católica de su país, inicialmente al frente de una librería académica. Su dinamismo empresarial lo llevó a buscar libros de editoriales universitarias de otros países de la región para exhibirlos y venderlos en la nueva librería universitaria. En ese movimiento de búsqueda, se dio cuenta de que la información era muy escasa, la comunicación entre las editoriales extremadamente difícil y todas trabajaban aisladas, muchas veces sin contar siquiera con alguna articulación en sus propios países.
Inconforme, nuestro personaje y creador de EULAC, llamado Pedro Visconti Clava, italiano de nacimiento, peruano desde pequeño, alma latinoamericana como pocos que he conocido, decidió proponer a los responsables de las editoriales universitarias que logró identificar en ese período, la creación de una asociación de cooperación mutua sin fines de lucro encargada de la difusión y circulación de los libros producidos por nuestras universidades latinoamericanas y caribeñas y que brindó un programa colectivo de formación profesional para los miembros de la región.
Junto a estos propósitos, y reconociendo la necesidad de la integración latinoamericana, acuñó el lema de la nueva asociación: “Integrarnos es una necesidad. Lograrlo es nuestra tarea”. – la cual fue aceptada y adoptada por el pequeño y feroz grupo que se reunió en Lima en ese mismo año de 1987 y dio origen a la Asociación de Editores Universitarios de América Latina y el Caribe – EULAC.
Pedro Visconti fue, con toda razón, el primer presidente electo por pares en la asamblea fundacional y junto a él se eligieron tres vicepresidentes, en representación de las áreas atlánticas: que incluye las editoriales universitarias de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay • Andina: que incluye las editoriales universitarias de Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela • Norte: que incluye las editoriales universitarias de Centroamérica, Panamá, México y el Caribe.
Fueron estos pioneros de las asociaciones regionales de editoriales universitarias latinoamericanas y caribeñas, quienes dieron los primeros pasos hacia lo que es hoy EULAC, con todo su dinamismo integrador y representativo de este importante y fundamental sector de la edición de libros y publicaciones en múltiples soportes de nuestro universidades y centros de investigación.
Es importante contextualizar, aún dentro de los límites de este breve artículo, las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, que fueron el escenario político e institucional que dio origen a EULAC y a varias de las asociaciones nacionales de editoriales universitarias, incluso en mi país, Brasil.
Las décadas de 1980/1990 fueron décadas de diversas transformaciones económicas, sociales y políticas en el mundo, como la afirmación del proceso de globalización, el advenimiento abrumador de internet, las políticas de concentración de empresas y negocios que expandieron conglomerados industriales y comerciales en todas partes y áreas. En América Latina, también fueron años en los que los países comenzaron a vivir en un relativo orden democrático, con el fin de las dictaduras militares que asolaron sociedades en innumerables países, provocando falta de libertad, persecución ideológica, parálisis en el desarrollo científico y éxodo de inteligencias.
La combinación de estos factores y otros no mencionados, provocó el surgimiento de varios conceptos encaminados al bienestar y crecimiento de los países y el cambio de paradigmas que definían la idea de desarrollo, hasta entonces únicamente identificada como aquella que redundaba en el crecimiento económico del producto interno bruto de cada nación. Presionados socialmente por un desarrollo sostenible, ecológicamente viable y con inclusión social, entran en vigor nuevos valores, como una distribución más equitativa de la renta, el respeto a los derechos humanos, el acceso universal a la educación y la salud, el respeto a las libertades sindicales y políticas, entre otros beneficios que se acercaban a la idea del Estado de Bienestar.
En este contexto de cambio, las universidades comenzaron a vivir una nueva era, de educación floreciente y de alta demanda por parte de los estudiantes en la búsqueda de sus derechos, quienes buscaban en las instituciones académicas una educación contemporánea, compatible con los nuevos desafíos del mundo del trabajo, y a un nuevo estatus social.
La dinámica del resurgimiento de universidades e institutos de investigación también renovó las prácticas de publicaciones científicas hasta entonces editadas modestamente por las propias imprentas de las instituciones, preocupadas sólo por imprimir estudios que consideraban relevantes para la circulación endógena de la propia universidad. Podemos decir que fue en la década de 1980 cuando se inició un nuevo ciclo de editoriales académicas en la región que, salvo raras y honrosas excepciones, sólo existían como imprentas universitarias.
Proyectos editoriales compuestos por líneas editoriales específicas, consejos editoriales autónomos y de calidad que seleccionan qué publicar, organización editorial y administrativa más profesionalizada, objetivos de difusión y circulación de libros dirigidos a un público universitario más amplio más allá de la endogamia anterior, comenzaron a surgir en varios países latinoamericanos y países del Caribe. Algunas renovaron sus editoriales y la mayoría
creó editoriales que poco a poco, pero cada vez más, se convirtieron en parte de los objetivos finales a alcanzar por las universidades.
Todo este proceso incipiente fue bastante difícil y precario en las dos primeras décadas de este nuevo ciclo. Los equipos editoriales y directores tenían poca formación profesional en el área editorial y el sector comercial seguía siendo una especie de miedo y zona gris para las universidades que temían que comercializar el producto de su conocimiento pudiera contribuir a un proceso perverso de mercantilización de la docencia y la investigación. La idea de que la publicación académica sea una actividad finalista de las universidades también estuvo lejos de ser predominante en los líderes y profesores de las academias (¡y quizás todavía lo sea!).
A esta precaria situación laboral de los editores universitarios también contribuyó el fenómeno que comenzó a darse a un ritmo acelerado en la industria cultural y que afecta centralmente al mundo editorial: la internacionalización, fruto de la globalización, se implantó en los años 80 y se intensificó en los 90. Con la alta concentración de editoriales, con la adquisición, por parte de grandes grupos editoriales europeos y norteamericanos, de editoriales de referencia en países latinoamericanos. En muy poco tiempo, prestigiosas editoriales nacionales pasaron a formar parte de conglomerados internacionales que cambiaron las relaciones con los autores locales y las dinámicas de producción, edición y distribución.
Uno de los cambios más incisivos que afecta al universo editorial universitario es el aumento de la competencia en la búsqueda de autores académicos por parte de las editoriales globalizadas, fenómeno que, si beneficia por un lado, al hacer circular globalmente a los autores nacionales, por otro, quitó a las todavía débiles editoriales universitarias la posibilidad de publicar autores de gran visibilidad y rentabilidad comercial, propiciando el crecimiento y la sostenibilidad de los proyectos editoriales de las universidades locales. Añádase a esto el fenómeno de sustitución de las bibliografías de cursos, tradicionalmente basadas en libros, por la creciente ola de folletos, fragmentos de obras y reducción de los requisitos de lectura. Este fenómeno se agravó sustancialmente con la aparición de las fotocopias y, por tanto, las copias digitales proporcionadas por internet a finales de los 90 y principios de los 2000.
Este breve resumen de las décadas de 1980 y 1990 es el escenario del surgimiento y afirmación de las editoriales universitarias en la región, colocadas en un nuevo nivel y enfrentando nuevos desafíos. Al mismo tiempo que comienzan a desempeñar un papel calificado en la estructura universitaria, gracias a los avances de aquellos tiempos, es también en ellos donde encontramos algunos impedimentos para que las editoriales académicas se afirmen como instituciones editoriales sustentables con sus universidades.
En cierto modo, este escenario también proporciona fundamento y razones objetivas para la creación de entidades colectivas como EULAC y diversas asociaciones nacionales.
No en vano, en sus objetivos iniciales EULAC planteó acciones conjuntas entre los países miembros y las universidades para buscar la superación de problemas comunes que fueron incorporados en su estatuto fundacional y en los siguientes:
Podemos decir que los primeros veinte años de EULAC fueron los años de implantación de la idea asociativa, de creación de redes, de incentivo a la creación de asociaciones nacionales, de integración con las entidades nacionales e internacionales del mercado editorial, de incentivo a la profesionalización de los gestores y editores académicos y la creación de algunos proyectos editoriales integradores, como el programa Libro Universitario Regional (LUR) que buscaba editar y difundir autores de nuestras universidades en América Latina. La dinámica también preveía la participación como EULAC en un número razonable de reuniones y congresos vinculados a las ferias del libro en algunos países de la región.
Este período estuvo marcado por el primer directorio encabezado por Pedro Visconti Clava, seguido por las presidencias de Mário Castillo Méndez, de la Editorial del Instituto Tecnológico de Costa Rica/ITCR y José Castilho Marques Neto, de la Editora da Universidade Estadual Paulista/Unesp. Brasil, cuyos mandatos combinados abarcan los primeros veinte años de EULAC y su fase pionera a largo plazo.
A partir de 2009, con las presidencias de los colombianos Juan Felipe Córdoba Restrepo, de la Editorial Universidad del Rosario, y Sayri Karp, de la Editorial Universidad de Guadalajara/México, podemos decir también que se inició un nuevo ciclo que, liderado por representantes de los editores universitarios de la nueva generación de la edición académica, incorporó los ideales de una búsqueda colectiva de soluciones a problemas comunes y los nuevos y crecientes desafíos del siglo XXI para la Universidad y sus editoriales.
En síntesis, si en sus inicios EULAC jugó un papel de unidad y afirmación profesional e institucional de la prensa universitaria latinoamericana y caribeña, buscando su reconocimiento como actividad final de las mejores universidades e institutos de investigación, hoy esta lucha sigue siendo necesaria y continúa en buenas y firmes manos. La semilla fructificó y se perfecciona cada año, contribuyendo a la continuidad y excelencia de la publicación y adecuada circulación del conocimiento producido por nuestros profesores e investigadores.
Por todo ello y ante la absoluta e imperiosa necesidad que tiene el mundo contemporáneo de democratizar la lectura y el conocimiento, todos debemos celebrar efusivamente los 35 buenos años de la Asociación de Editores Universitarios de América Latina y el Caribe – EULAC – deseándoles a ella y a sus directivos y asocia una vida larga y productiva en favor del bien común de la humanidad y de la siempre necesaria integración latinoamericana y caribeña.
¡Vivas a EULAC por su 35º aniversario!
*Doctor en Filosofía por la Universidad de São Paulo/USP, Brasil, profesor de la Universidad del Estado de São Paulo/UNESP, investigador, editor y gestor público. Es consultor internacional en JCastilho – Livro-Leitura-Biblioteca (www.jcastilhoconsultoria.com.br) y actúa en las áreas académica, educativa y cultural. Dirigió la Editorial de la UNESP durante 27 años, la Biblioteca Pública Mário de Andrade (São Paulo) y fue Secretario Ejecutivo del Plan Nacional del Libro y la Lectura (MinC y MEC). Presidió las asociaciones de Editores Universitarios de Brasil y de América Latina y el Caribe (ABEU y EULAC). La Ley 13.696/2018, que instituye la Política Nacional de Lectura y Escritura en Brasil, fue apodada “Ley Castilho”, en reconocimiento a su labor en defensa del libro y la lectura.