Juan de la Cruz Bobadilla Domínguez
Se puede visibilizar una paradoja axiomática en la realidad social de Aguascalientes. La sociedad protagoniza en lo cotidiano una disyuntiva alrededor de las lógicas que definen las prácticas sociales, que en lo referente a la sexualidad son articuladas en función de los discursos interiorizados al respecto.
En la práctica social, los referentes construidos en el imaginario alrededor de la sexualidad, no son necesariamente los que definen y producen las conductas que se suscitan en lo cotidiano de la realidad de los sujetos. El juego de las apariencias, la permisión y la simulación, y en contraparte la represión; así como el ocultamiento, se hallan entremezclados intermitentemente generando comportamientos contradictorios y discontinuos, caracterizados por un sentido particular.
La sociedad de Aguascalientes, cuando de sexualidad se trata, al menos en el municipio capital, no es realidad tan conservadora como se presupone, ni está supeditada a los preceptos hegemónicos de orden moral. Sin embargo, tampoco es una ciudad cuya sociedad sea progresista, moderna, liberal o de avanzada. Permean micropolíticas, manifestaciones y prácticas individuales, mediadas en lo estructural por factores interseccionales como la edad o etapa del ciclo de vida, la clase social, origen, procedencia e incluso la estacionalidad –para el caso particular a través de la Feria Nacional de San Marcos (FNSM)-.
La correspondencia o no entre lo que se hace, y se dice hacer en función de lo que se piensa, cree y espera, cobra sentido cuando de sexualidad se habla, pudiendo no encontrar coherencia. Esta discrepancia entre el pensar y el obrar en torno de la sexualidad, se haya escindida principalmente por la carencia de anonimato social en una ciudad pequeña. Cobra relevancia en consecuencia, el mecanismo interno del control y escrutinio social, mismo que se acciona con amoldable beligerancia según lo laxo o no de la presión social circundante en función de la clase. Así, doble moral, cultura de la simulación y juego de las apariencias integran el cumulo idiosincrático que integra y constituye la realidad social aguascalentense.
Estas adecuaciones son entretejidas por los individuos como una forma de inserción negociada desde el propio discurso, para encajar dentro de la dicotómica y ambivalente construcción social de la sexualidad en Aguascalientes. Es así que Aguascalientes puede llegar a ser asertiva, inclusiva y amigable para con las transgresiones hacia la sexualidad, y para el caso particular, la diversidad sexual y sus múltiples expresiones; pero también, y en contraparte, negligente, intolerante y represora para con las mismas. Las condiciones que guarde dicha posición están finalmente circunscritas al contexto, coyuntura y discontinuidades propias de todo proceso social, a la vez que a la tensión que mantenga el enfrentamiento entre los discursos de modernidad y tradición alrededor de la sexualidad misma.
En Aguascalientes se han venido interrelacionando y confrontando las distintas emergencias y reivindicaciones alrededor de la asunción de la disidencia sexual, frente a inercias y resistencias producto de una tradición conservadora de recalcitrante arraigo religioso y sus consecuentes discursos homofóbicos.
Resulta inimaginable la magnitud del daño que se genera en miembros de la población de Aguascalientes y del país que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad por no contar con los recursos simbólicos, materiales e intelectuales que les permitan asimilar, afrontar y responder a los embates de exclusión de los que ha sido objeto el colectivo LGBT, mediante el discurso de odio que en forma mediática, masiva y completamente irresponsable ha esgrimido el Frente Nacional por la Familia y aliados, organización patrocinada por los grupos más retrogradas, reaccionarios y radicales del poder religioso en México. Así, estos niños, adolescentes, jóvenes e incluso miembros de la población adulta, que han venido guardando dudas, inquietudes, indecisiones y conflictos existenciales para afrontar subjetivamente su identidad, orientación y prácticas, están expuestos y son propensos a experimentar afrentas, injurias y desacreditaciones que postergarán, impedirán o peor aún anularán la asunción de su verdadero yo, de su constitución como sujetos políticos de derecho, y del consecuente agenciamiento sobre sus vidas conforme a sus verdaderos deseos.
Por último, se puede retomar y completar el planteamiento que Aguascalientes, quizá al igual que otras regiones del país, posee actualmente una paradójica, contradictoria y compleja relación de tensión y coexistencia entre saberes, discursos y prácticas de índole conservadora, católica y tradicional; con aquellos emanados, en un inicio, de la profanidad, el liberalismo y la secularización, siendo actualmente sustituidos y representados por los de una posmodernidad emancipada, globalizada y digitalizada, y supuestamente inmersa en la diversidad e inclusión. Ambos estadios, amalgamados y yuxtapuestos, constituyen un nuevo y singular referente sociocultural que produce al unísono atípicos procesos de constitución en sujetos que no se ajustan a los cánones establecidos, albergando constantes y consistentes posiciones, al tiempo que fisuras y rupturas entre sí. Lo relevante y trascendente es el profuso espacio de exploración y experimentación que potencialmente puede ser recuperado a partir de los retos sociales que emanan de esta coyuntura, mismos que se abren a los que lo viven y luchan a diario; a los que lo reelaboran y discuten desde sus ámbitos y trincheras. Está el espacio, para que sus voces sean escuchadas y queden registradas. Esperemos sean acogidas y retroalimentadas con la debida sensatez y empatía, por quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones.