Al tiempo que Emily Dickinson se hacía sitio “entre los mejores poetas de la lengua”, su obra empezaba a trascender los linderos de la anglofonía. Desde entonces, apenas un libro y un puñado de publicaciones aisladas se habían dado a la tarea de investigar el desarrollo, las condiciones y las vicisitudes de la recepción internacional de la famosa reclusa de Amherst, así como el camino transitado en pos de su adopción y reconocimiento en culturas lejanas a la suya y por medio de un proceso —la traducción— que altera y reconstituye la materia misma de su obra creativa. Con todo, el primer libro dedicado a tratar, con amplitud, sensibilidad y perspicacia, su importación y traducción en el mundo de habla hispana no es sino éste que tiene el lector entre las manos.