Nadesha Montalvo R.
Presidenta de REUDE
La noticia llegó poco después de iniciado el confinamiento en Quito, Ecuador: la edición 2020 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la querida FILBO, seguía en pie y se llevaría a cabo en formato virtual. La información sobre #LaFILBoEnCasa empezó a circular a gran velocidad y, en pocos días, la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe, EULAC, organizó un conversatorio sobre la labor de las redes nacionales que integramos este gran foro iberoamericano. En este encuentro, me cupo el honor de representar a la Red de Editoriales Universitarias del Ecuador, REUDE.
Se desencadenó, entonces, una cascada de eventos virtuales de toda índole originados tanto en los espacios más próximos como en confines distantes. El desafío de habitar un territorio virtual de dimensiones globales se intensificó, no solamente en el ámbito del quehacer editorial, sino en el ámbito de la vida, reto que ha dejado incontables enseñanzas. Propongo aquí cuatro reflexiones.
Una, ante la multiplicación de actividades y propuestas, reunir distintas voces en un mismo espacio, con frecuencia arroja mejores resultados que realizar convocatorias aisladas, pues sabemos que el público tiene una infinidad de opciones ante sí. Sentaron el estándar los diálogos Enlazadas, organizados por EULAC y que, desde fines de 2020, juntaron en la misma mesa académicos y académicas de toda América Latina. En Ecuador, las editoriales universitarias propusimos presentaciones de libros conjuntas en dos ocasiones, una de ellas, la Feria del Libro de Quito 2020, y la otra, el Día del Libro 2021, con buenos resultados. Se logró que editoriales que nunca habían tomado parte en la mencionada Feria colocaran su producción en esta vitrina y la expusieran ante una audiencia mayor. La virtualidad y la distancia han revalorizado la cercanía y las acciones conjuntas. Unidos, enlazadas, logramos más.
Un segundo aprendizaje tiene que ver con la revalorización de los espacios y las comunidades más próximas. En determinado momento, algunas editoriales ecuatorianas discutimos la posibilidad de exhibir nuestras obras en la Feria del Libro de Frankfurt, al otro lado del mar. Nos preguntamos ¿qué otorga a un libro una proyección internacional? Destacan los estudios comparativos y las colaboraciones con aportes de distintos territorios, pero también aquellas obras que ponen en el escenario realidades locales donde se expresan los dilemas sociales globales. Mi colega, Milagros Aguirre, nos habla en este mismo boletín de los libros académicos que abordan la problemática extractivista. También quiero compartir la satisfacción de haber reunido a autores/as del sur del Ecuador en las presentaciones conjuntas de libros organizadas por REUDE. Una mirada más enfocada a lo próximo nos permitió apreciar la riqueza y particularidades de la producción editorial de las universidades de esta región ecuatoriana. En el escenario global, se impone mirar hacia la propia aldea, para evocar a Tolstoi.
La tercera idea tiene que ver con la enorme relevancia del vínculo humano, aún –o más aún– en los entornos virtuales. En efecto, si hemos sido capaces de incursionar en el inconmensurable territorio de lo virtual, ha sido largamente gracias a las personas que saben hacer de los cuadritos de zoom un ejercicio de generosidad. Al fin y al cabo, el engranaje de las ferias del libro, los repositorios bibliográficos, las plataformas cobran vida gracias a las personas que abren las compuertas de estos nuevos “territorios” del quehacer editorial y por la decisión de quienes incursionan en tales espacios. Si bien la tecnología nos sorprende cada día con nuevas soluciones automatizadas, las personas, cuya visión abre oportunidades, son irremplazables.
Finalmente se impone una reflexión sobre la aceleración del tiempo que va aparejada con la multiplicación de los espacios. Este fenómeno de la contemporaneidad se profundizó durante la pandemia y se estrella contra el mundo de la producción de libros o la práctica de la lectura, ambas actividades de naturaleza pausada. Está aún en manos de las editoriales universitarias defender la labor minuciosa de la producción de cada libro académico y otorgar, a cada título, los debidos protagonismo, atención y homenaje. Algunas editoriales de cuantiosa producción han dado la pauta cuando se esfuerzan por singularizar los esfuerzos de difusión, involucrando en tal empresa a autores y autoras para conquistar, como aliados, el territorio particular que cada libro merece.